Millones de mujeres en el mundo deberían dar las gracias al doctor Bernard Fisher. Este nonagenario, profesor emérito de Cirugía de la Universidad de Pittsburgh (EEUU), hace buena la frase que suele repetir su colega español, el doctor Juan Abarca: "El mejor cirujano es el que aprende a no operar".
Fisher ha dedicado toda su vida profesional a demostrar, con la ciencia en la mano, que el bisturí en el cáncer de mama tiene cada vez menos protagonismo. Él mismo reconoció hace una década, ante miles de oncólogos, que los cirujanos ya no eran el núcleo duro sobre el que tenían que pivotar los tumores malignos de la glándula. Porque él fue el que lideró estudios formidables que mostraron que en un porcentaje muy alto de los casos en los que se diagnostica cáncer no hay que quitar la mama. Porque basta con extirpar el tumor para luego apoyarse, si acaso, en la quimio y la radioterapia.
No contento con haber demostrado que el número de mastectomías se puede reducir mucho, también fue el pionero en un nuevo concepto que está tomando mucha fuerza en toda la oncología: la neoadyuvancia. Un término que define a la quimioterapia preoperatoria que puede, en ocasiones, reducir tanto el tamaño del tumor que consigue que la cirugía sea menos traumática.
Probablemente, Fisher, que sigue en activo a sus 91 años, estará encantado tras leer el estudio que esta semana se ha publicado en JAMA. Un trabajo en el que han participado algunos de los mejores centros oncológicos americanos y en el que se afirma que ahora ya hay pocas razones en la cirugía de mama para diseccionar la axila y extirpar los ganglios de la misma. El hallazgo es muy significativo porque –como han afirmado voces autorizadas– puede suponer un cambio en el paradigma de cómo se trata el cáncer de mama.
Si no se abre la axila y, por tanto, no se tocan los ganglios linfáticos que hay en la región, desaparecerán las complicaciones que conlleva este acto. El más significativo de ellos es el linfedema: la pesadez y la hinchazón casi constante del brazo motivada por la obstrucción quirúrgica del drenaje linfático.
De nuevo ha sido la patología tumoral femenina más frecuente la que ha demostrado un avance importante que llegará a modificar hábitos clínicos totalmente instaurados. El problema, no obstante, es que la historia ha demostrado lo que cuesta cambiar comportamientos. A pesar de la gran evidencia publicada, se tardó en reducir la frecuencia de las mastectomías, como también costó implantar la técnica del ganglio centinela. Quizá ahora el caso sea distinto y pase poco tiempo para que muchas mujeres recién diagnosticadas comenten con respeto a su médico: "Doctor, por favor, no con mi axila".
fuente: el mundo
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