ESTUDIO BRITÁNICO PUBLICADO EN 'THE LANCET'
Un estudio publicado en The Lancet concluye que la predisposición genética a padecer cáncer de mama es independiente de otros factores que también elevan el riesgo de sufrir la enfermedad, como los hábitos de vida. Este resultado desmiente que los genes también multipliquen el efecto nocivo de ciertos comportamientos, como temían los científicos.
Un estudio publicado en The Lancet concluye que la predisposición genética a padecer cáncer de mama es independiente de otros factores que también elevan el riesgo de sufrir la enfermedad, como los hábitos de vida. Este resultado desmiente que los genes también multipliquen el efecto nocivo de ciertos comportamientos, como temían los científicos.
El trabajo se ha basado en el seguimiento de 7.610 mujeres británicas con tumor de mama y 10.196 sanas, en las que se analizó tanto el perfil genético como los hábitos de vida. Se excluyó a pacientes con los infrecuentes genes BRCA, ya que éstos provocan un desmesurado aumento del riesgo.
La conclusión del análisis es que tanto los genes como los hábitos contribuyen a incrementar las posibilidades de cáncer de mama, pero de forma independiente, sin que lo uno refuerce el perjuicio de lo otro. Ruth Travis, de la Universidad de Oxford (Reino Unido) y autora principal del estudio, no ha hallado sinergias entre los elementos estudiados.
Las alteraciones genéticas, presentes en el 60 por ciento de las mujeres, aumentan entre un 10 y un 20 por ciento las probabilidades de padecer la enfermedad. Los hábitos de vida, sin embargo, suelen tener más impacto: la obesidad incrementa el riesgo un 40 por ciento y la terapia hormonal sustitutiva lo duplica.
La conclusión del análisis es que tanto los genes como los hábitos contribuyen a incrementar las posibilidades de cáncer de mama, pero de forma independiente, sin que lo uno refuerce el perjuicio de lo otro. Ruth Travis, de la Universidad de Oxford (Reino Unido) y autora principal del estudio, no ha hallado sinergias entre los elementos estudiados.
Las alteraciones genéticas, presentes en el 60 por ciento de las mujeres, aumentan entre un 10 y un 20 por ciento las probabilidades de padecer la enfermedad. Los hábitos de vida, sin embargo, suelen tener más impacto: la obesidad incrementa el riesgo un 40 por ciento y la terapia hormonal sustitutiva lo duplica.
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